viernes, 20 de abril de 2012

El tiempo no cura las heridas...

Estudios de neurobiología demuestran que una relación amorosa intensa crea en el cerebro impresiones residuales que se reactivan fácilmente. Cuanta más información se grabó, más vívidos son los recuerdos.
“Desde el punto de vista neurológico, quedarse solo durante un tiempo no ayuda a superar el fin de una relación”, dice Antoine Bechara, un neurobiólogo reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre las funciones cerebrales que intervienen en la toma de decisiones.
Lo que Bechara investigó es lo que llama “conflicto cerebral”: por un lado la relación se termina; por otro, el cerebro sigue disparando imágenes y reacciones corporales. Para estudiarlo, los neurobiólogos utilizan la Resonancia Magnética Funcional, una técnica que les permite determinar qué áreas cerebrales desempeñan ciertas funciones, como el habla, el movimiento y la sensibilidad.
Ezequiel Gleichgerrcht, neurobiólogo del Instituto de Neurología Cognitiva cita la hipótesis ‘marcador somático’ de Antonio Damasio, según la cual hay experiencias que gatillan señales químicas en nuestro organismo que hacen que ciertas emociones, positivas o negativas perduren cuando nos exponemos a la persona que generó esos sentimientos.
Por otro lado Claudio Waisburg, neurólogo del la Fundación Favaloro sostiene: “con el tiempo, cuando las conexiones cerebrales que facilitan la revisión de situaciones críticas y emociones negativas se saturan, pueden sufrir lo que se llama ‘down regulation’: una disminución de los neurotransmisores en la zona de intercambio neuronal. Esto explicaría por qué los recuerdos vinculados a alguien importante van perdiendo peso”. Así la frase "el tiempo ayuda a olvidar" también tiene su explicación científica.

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