miércoles, 28 de marzo de 2012

Crónica de un reencuentro

Se acostó a mi lado, boca abajo abrazándome con su brazo derecho. Me acariciaba la espalda en la penumbra de mi habitación, por la que solamente entraba la luz del balcón. Me tocaba el pelo y se acercaba de a poco, como acechándome.

Entonces mi respiración se hizo más fuerte. Acercó sus labios a los míos, pero sin besarlos. Recorrió algunos rincones de mi boca, despacio, sin apuro. Con la lengua dibujaba los ángulos de mi boca. Y entonces me besó profundo, como si hubiera estado aguantándose las ganas.

De un tirón me dió vuelta. Cruzó una de sus piernas con las mías, mientras no paraba de besarme. Comenzó a tocarme con ganas, como si nunca me hubiese tocado. Y yo lo tocaba como si nunca hubiese dejado de hacerlo. Nos miramos, nos mirábamos todo el tiempo, como buscándonos, como si no quisiéramos dejarnos ir. Nos decíamos cosas con los ojos, pero no dijimos ni una palabra.

Mi espalda se arqueaba mientras con su lengua, él recorría mi cuerpo. Y él quebraba el silencio cuando yo recorría el suyo.

Cuando al fin nos unimos, se quedó inmóvil unos segundos para mirarme, yo abrí los ojos y nos sonreímos. Lo habíamos esperado desde hace tiempo...

Después de una odisea, exhaustos, nos desplomamos sobre el colchón desordenado, respirando profundo, intentando retomar el aliento. Nos reímos, recordamos cuántas noches así habíamos tenido. Nuestros cuerpos se extrañaban.

Nos dormirmos juntos, pegados, desnudos, contentos. Boca abajo y con su brazo derecho abrazándome.

0 comentarios: